El ocio nunca es buen consejero. Resulta que estaba ahí, sentado en una silla de plástico en el medio de una cancha de basketball, luego de haberme dado la segunda dosis de una vacuna made in China, esperando 15 minutos por protocolo, por si acaso me moría o me daba algún síntoma raro o picazón. Bueno, picazón no sería raro, ya que entre el poco aseo personal en estos días de trabajo desde casa y la cantidad de mosquitos gracias a la segunda ola de calor de verano... En fin... Cuestión que 15 minutos sentado, mirando la nada, pensando en el todo, me puse a reflexionar sobre el momento histórico por el cual estamos pasando...
Todo un país unido, intentando salir adelante, combatiendo un bichito que ya ni sabemos cómo se llama (¿Covid-19? ¿Sars-no-sé-qué? ¿Coronavirus? ¿La covid? ¿El covid?), que no lo vemos, pero que así como bobeando nos cerró los bailes y nos puso un tapabocas en la cara 24/7. 3 millones y pico de almas con un solo deseo: que Suárez salga pichichi de La Liga. Ah, sí, y aparte, que estemos todos vacunados y podamos volver a la vieja normalidad, que no era lo mejor, pero seguro era más divertida que esta nueva.
Entonces, pensando y pensando fui recorriendo mentalmente los comienzos de la pandemia, recordando aquellas personas que en Italia salían a cantar el himno al estilo opera, recordé la importancia de la música en tiempos difíciles, los momentos en que nosotros mismos en Uruguay nos unimos mediante ella, como cuando en XXX se puso todo el mundo a cantar "Ay celeste regalame un sol" y dije... "Es ahora... Voy a hacer algo histórico y lo voy a hacer viral". No solamente por el hecho de inflarme el ego a base de corazoncitos y likes, sino para darle un mensaje de aliento a mi pueblo, tu pueblo, nuestro pueblo, vues.. Buah, se entendió.
Entonces prendo la cámara, me la apunto desde el piso de modo tal que no parezca que me estoy auto-filmando, me paro de la silla, me bajo el tapabocas de modo tal que lo transformo en un tapapapadas, pongo mi mano derecha sobre mi pecho izquierdo, carraspeo la garganta, levanto la mirada a 45º hacia arriba, como mirando para el aro de basketball y entono las sagradas líneas de nuestro glorioso himno... "Oriental es la..." Bue, supongo que se lo saben, sino se buscan la letra en Internet...
Es entonces cuando la magia debía aparecer: todos reunidos alrededor de una sola melodía, una letra que emana esperanza y patriotismo, un pueblo soberano y orgulloso de sus raíces, cantando con el alma su más sublime hit... Pero no.
Lejos de eso, a medida que iba trascurriendo la canción, las personas se iban convirtiendo en tatú mulita, y se metían cada vez más adentro de sí mismos, como afligidos por un sentimiento de enorme vergüenza ajena.
Miradas al piso, sacada masiva de teléfonos celulares para hacer algo en ese momento incómodo, movimientos de acomodamiento de tapabocas, idas al baño... Todo, menos pararse a cantar el himno.
Nadie me acompañó. Me sentí tan solo como Artigas en Paraguay. Yo que tanto le había dado a esos desconocidos y no supieron adherirse a la causa... Era cantar el himno nomás, no les estaba pidiendo que me recitaran la tabla del 7 de memoria... Pero no. Y ahí estaba yo, parado, estoico, intentando imitar al Zurdo Bessio, cantando apasionadamente el himno del país que me había visto nacer, y que ahora me estaba viendo querer morir.
Luego de cada estrofa, hacía la instrumental con otras voces, para que no pareciera que estaba tan solo... "Que sabremos cumplir... TATARATATARÁ Sabremos cumplir TATARATATARÁ, Sabremos cumplir, Sabremos cumplir, Sabre... (Siempre me olvido y me paso de rosca con los "sabremos cumplir", desde la escuela tengo esa tara)...
-PUUUUMM- (Esta sería como una onomatopeya, corte que de un golpe fuerte, ¿ta?)
-PIIIIIIIIIIII- (Esta es otra onomatopeya, pero de un pitido agudo en el oído)
De repente, logro volver a abrir los ojos y me encuentro en el piso, con dos seguridad arriba mio, intentando manosearme el tapapapadas y a la vez arrastrándome hacia afuera de la cancha de basketball al grito de "¡Ponete el tapabocas que podés contagiar a todos cantando, hijo de puta!" y "¿Te parece gracioso pedazo de idiota? Andá a desafinar a la calle, payaso".
Y bueno, quizás no logré el efecto buscado para mi gente, quizás no logré contagiar lo que deseaba (capaz que contagiar en este contexto no es la mejor palabra elegida), tal vez para algunos no valió la pena terminar con la nariz chorreando sangre luego de ese violento episodio, pero en lo personal, fue una experiencia que hacía más de un año que no vivía, muy similar a ir a un baile y terminar siendo sacado por la gente seguridad... ¡Pucha que extraño la vieja normalidad!