No es acaso la ducha en pleno otoño/invierno, la más acertada metáfora del amor?
En un principio nos negamos a dejar nuestra soltería, así como puteamos cuando sabemos que nos toca bañarnos y hacen casi que 0º C; pero luego de autoconvencernos que es lo mejor para nosotros, terminamos cediendo y quitándonos la ropa, en ambos casos, hasta que finalmente nos encontramos sumergidos en las aguas calientes del amor...
Todo es felicidad, todo es canciones de Ricardo Montaner, Ricardo Arjona, Ricky Martin y otros Ricardos; todas cantadas acapella, desafinando con sentimiento... Todo es espuma con ricos olores que baja por nuestros pezones... Todo es toqueteo, caídas de jabones y calor, mucha calor... La propia calor!
Todo es perfecto hasta que se termina el agua caliente del calefón, como se termina la pasión en la relación...
Ahí comienza la desesperación, el intentar abrir más el agua caliente, cerrar la fría, enjuagarse el jabón restante del sobaco o terminar de fregar el calzoncillo palometeado... Así como en una relación intentamos de cualquier manera reavivar la pasión con cenas románticas, terapias de pareja, regalos costosos etc, etc.
Pero no importa que tanto empeño le pongamos, el final es inevitable... Así como la llama del amor se apaga, el agua caliente del puto calefón, eventualmente, se termina. Y uno no tiene la culpa, uno nunca tiene la culpa, la culpa es del otro que te deja sin agua caliente.
A uno no le queda más que salir tiritando de frío, llorando porque se terminó... Desnudos, con el pito chiquitiiiiito, chiquitiiito, tan escondidito que parecería un clítoris a simple vista; envueltos en una toallita... De las chiquitas, esas que se usan para limpiarse el culo; porque a veces agarramos la toalla equivocada... Y así salimos a las puteadas, del baño al cuarto y del cuarto al baño porque nos olvidamos de ponernos desodorante... Y una vez que con tanto esfuerzo logramos volver a vestirnos, aunque nos quedó la mitad del cuerpo mojado porque la toallita no logró secarnos completamente; nos prometemos a nosotros mismos que no volveremos a bañarnos en otoño/invierno, así como prometemos no volver a enamorarnos...
Pero finalmente volvemos a cometer el mismo error al día siguiente y volvemos a abrir nuestros corazones, así como volvemos a meternos a la ducha caliente que inevitablemente, volverá a hacernos subir hasta el séptimo cielo, para luego dejarnos caer en los mismisimos Andes, solos y cagados de frío, como aquel avión lleno de rugbiers uruguayos (que Dios los tenga en la Gloria y no Estefan).
Niños: No se duchen en otoño/invierno, ni se enamoren.
Siempre va a terminar mal.