Y ahí la vi. A 1 metro y medio de distancia, lo justo y necesario para que no contagiarnos de Covid-19, pero sí contagiarnos de ese sentimiento tanto o más dañino que el virus chino: el amor, o como se dice en francés, "l'amour" (se pronuncia "lamugggh", así suena más cursi.
Quien no lo ha experimentado, no cree en él, pero les aseguro que fue amor a primera vista. Fue el propio Cupido en zunga, cagado de frío, tirando flechas de amor a diestra y siniestra, como Carmela en el casamiento tiraba gotículas infectando a troche y moche.
Estábamos los dos en el estacionamiento del Devoto, listos para entrar a comprar, pero quedamos paralizados, sin poder avanzar.
En la lista de compras que nos habían dado nuestras madres, en las cuales figuraban cosas como "chorizo", "huevo" y "leche", no estaba escrito "encontrar al amor de tu vida".
Mientras escribo estas líneas, aún puedo no sentir el perfume inoloro de su pelo (entre la distancia y mi falta de olfato, su pelo olía a olor ambiente). Love was in the air, coronavirus too.
Tenía los ojos más lindos que vi en mi vida. En realidad, pasa que siempre le miro primero la sonrisa a las mujeres (después del orto, se sobreentiende), pero con el tapabocas, no me quedaba otra que mirarle los ojos. ¡Y que ojazos! ¡Qué ojotes! ¡Qué ojet...
Llevaba un tapabocas en animal print, que denotaba su fiereza; su instinto animal salvaje me cautivó. Grrrr... ¡Tigresa!
Yo, bien básico, iba con un barbijo blanco de cartón, colocado al estilo Larrañaga, sosteniéndolo con una mano, para hacerme el canchero. A ella no le importó la humildad de mi tapabocas. Tampoco le importó que tuviera una chismosa antigua, bien de vieja, ni que me hubiera bajado de una moto toda destartalada. No era gomera, ni bolsera, ni tapaboquera. Me quería desinteresadamente por mi no-sé-qué y mi qué-se-yo que me caracterizan.
Cruzamos miradas y sonreímos. O por lo menos yo sonreí; quiero suponer que ella también, pero ¿cómo saberlo con el tapabocas atigrado que escondía sus dientes, probablemente tan torcidos como los míos?
Ni lerdo, ni perezoso, le dije "Hola". No sé si me escuchó, pero me respondió algo que tampoco pude escuchar, porque justo pasó un bondibus ruidoso y no pude leerle los labios, por el tema del barbijo, ya saben. Imagino que me habrá dicho "Hola, lindo" u "Hola, bebé".
Me quise acercar. Avancé un paso, ella retrocedió dos. Era amor del puro, me cuidaba, no quería contagiarme. Avancé otro paso, desafiando al status quo pandémico. Retrocedió 4 rápidamente. Jamás nadie se había preocupado tanto por mi y eso me enamoraba aún más.
Comencé a caminar cada vez más fuerte hacia ella, mientras ella comenzaba casi que a correr hacia adentro del supermercado para evitar poner en riesgo mi salud; pero a esas alturas a mi ya no me importaba morir por un virus chino, porque ya me estaba muriendo de amor, así que tiré a la mierda la máscara de cartón y con un swing de marcha deportiva le iba diciendo en voz alta mi nombre de usuario de Instagram "Hermosa, mi insta es mathiasrodriguezMDK, es Mathias con TH, mimosa, no te confundas, hablame y tenemos sexo virtual después, te amoooo".
La puerta se corredizó tras su silueta antes de que pudiera escuchar la última "o" y no volví a verla, pese a inspeccionar minuciosamente en todas las góndolas por más de dos horas.
Desapareció tan rápido como apareció. Así es el amor. Así es el dinero. Así son los conejos de los magos. Así son las bandas de cumbia cheta. Así es la vida misma.
Llegué a casa y me enchufé rápidamente al wi-fi del vecino, con la esperanza de que me hubiera agregado. Habían dos nuevas solicitudes en mis notificaciones, pero para mi tristeza, no era la extraña de tapabocas atigrado.
Me había agregado un flaco para putearme porque le cayó en la cara mi máscara ensalivada y quería saber si era covid-19 positivo, y también me agregó una señora adinerada que estaba interesada en la parte del sexo virtual.
Si conocen a esta chica de ojos lindos, con tapabocas de animal print, díganle que mi nombre se escribe con TH y que aún la espero, que jamás la voy a olvidar, que fue lo mejor del amor que pasó en cuarentena.
PD: Mientras tanto conseguí una changuita desde casa por lo menos.
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