Hoy fui a una importante cadena de supermercados, de la cual no quiero dar el nombre para que no se cuelguen de mi fama (simplemente voy a decir que rima con algo que es una achura y se utiliza para designar a una persona masculina idiota o al miembro genital masculino (por si no sacaron la palabra, queridos imbéciles, la respuesta es "choto")), y me vi sorprendido por el infame avance de la tecnología en todos los aspectos de la vida cotidiana.
Resulta que andaba yo cargando con una decena de productos en las manos -ya que, como buen bolas tristes que soy, siempre me olvido de agarrar un carrito o un canastito en la puerta- haciendo malabares para que no se me cayeran los huevos (de gallina, no los mios) y de repente, en la zona de las cajas de cobro, me cuelgo mirando un culo de manera random; levanto la mirada para asociar dicho trasero con una cara femenina y veo a una bella rubia, como jugando en una computadora; cruzo la mirada hacia el otro lado, un señor de camisa efectuando la misma actividad... Entonces me dije a mi mismo "Ta, acá deben de estar regalando algo, cerebro, vamos a dejar de concentrarnos en la cola de la chica de cabello dorado y veamos que podemos hacer para beneficiarnos económicamente".
Pues bien, logro enfocar mi cerebro y me doy cuenta de que no se trataba de un juego, ni estaban regalando nada, sino que la gente se estaba cobrando sus propias compras mediante la tarjeta de crédito o débito o yo que carajo sé; la única tarjeta que tuve en mi vida fue la Tarjeta Joven... Magináte.
Entonces me dirijo hacia la Caja "Rápida", observando toda esa situación, con lágrimas en los ojos, pensando y filosofeando; entendiendo en ese momento que la tecnología del autopago me estaba despojando de todo ese plus que tiene ir a los supermercados de grandes superficies.
Porque muchos dirán: "Ah sos tremendo cheto, vas a comprar al Devoto" (oooops, escribí el nombre del supermercado, mala mia); y en parte tienen razón, pero la verdad es que no me importa pagar un 200% más del precio, porque la adrenalina y la aventura que genera el momento de ir a pagar, vale cada pesito de sobreprecio.
El ir llegando a la caja, contando mentalmente a ver si tenés menos de 10 productos como para entrar en el selecto grupo privilegiado de Caja "Rápida"; o en caso contrario, la incertidumbre que te genera el ver cual cajera te va a atender más rápido, o cual de ellas está más buena; todo esto teniendo mucho cuidado de no meterte en la caja donde las futuras mamás tienen preferencia, porque ahí tenés que andar como un perseguido bichando panzas a diestra y siniestra...
No sé... Las mil y una cosas que se te pasan a la cabeza...
Fijarte en la fila en que te vas a meter, quien tiene cara de que la va a aburrir pelando una tarjeta y retrasando por minutos la fila; o quien tiene pinta de que se olvidó de pesar los boniatos y va a romperle las pelotas a un funcionario del supermercado para que se pegue un pique hasta la verdulería.
El tener que afinar el oído para evitar meterte en una fila donde donde los de adelante sean un par de viejos pedantes que estén conversando sobre el servicio del Conrad, lo caro que les parece nuestro país de mierda o lo horrible que les parece el Bailando Por Un Sueño de este año.
El utilizar el sentido del olfato para detectar fumadores que posiblemente tranquen la fila comprando cigarrillos en la caja, y todo el trámite burocrático que conlleva eso hoy en día, gracias a nuestro querido Presidente, que se nota que manda a su empleada a hacer las compras; si supiera la desesperación que se agarra uno cuando el de adelante quiere comprar cigarros y no ve la cajita ahí, entonces queda como desorientado, sin saber porque gastó 110 pesos y no le pusieron ni un misero pucho suelto en la bolsa de las compras; y ahí comienza todo un curso aparte de parte de la cajera que le explica adonde tiene que ir y que documentos tiene que presentar para levantar la puta caja de cigarros.
Todas esas cosas que hacen que el ser humano saque lo mejor de sí y que el instinto animal de supervivencia salga a la luz.
Todo eso se va a perder inevitablemente.
Las cajeras van a ser reemplazadas por computadoras eficientes e insulsas, de las cuales uno ya no se va a poder quejar porque ta lenta como fútbol uruguayo; ni porque se le olvidó decirte buenos días; ni porque te le hiciste el langa, le preguntaste a que hora salía de trabajar y te respondió con una sonrisa falsa como título de Sendic y una mirada que escondía un "¿Es joda? ¿Así me pensas levantar? ¿Sos tremendo pelagato que compra todo Leader Price y te crees que no me doy cuenta de lo que estoy pasando por la caja?"
¿Que van a pensar nuestros nietos cuando les digamos "Mijitos, acá antes había una humana que te cobraba y te preguntaba con una sonrisa cínica "Tarjeta de puntos tiene?" y yo me puteaba por dentro porque sabía que tu tatarabuela me la había dado, y yo como un boludo la había dejado en casa arriba de la mesa... Eran lindos tiempos, no como la juventud de ahora!"?
El futuro llegó para quedarse; hoy comienzan de a poquito a llevarnos al mundo del pago con tarjeta, como quien le dice a su novia "Mi amor, tranquila, es solo la puntita", primero en el supermercado, después en las estaciones de servicio y finalmente llegarán a las bocas de pasta base. En unos años todo va a ser digitalizado; se van a perder millones de puestos de trabajo; nos van a meter un chip por el ano y vamos a tener que pasar el ojete por el lector de código de barras para cobrarnos nosotros mismos en los supermercados, en el bondibus y hasta en lo de Naná.
No sé ustedes, pero yo no quiero vivir en ese mundo macabro, a mi que me devuelvan la plata. #RenunciáBonomi.
PD: Cuando terminé de pensar todo esto, fui muy bien atendido por la cajera "rápida", a la cual le di las gracias 5 veces y le dije: "Loquita, te quiero mucho, gracias por existir".
PD2: Para quienes quedaron con la intriga, sí, los huevos sobrevivieron.