Estando en Paraguay, aproveché el tiempo de exilio para intentar ponerme en forma. Acompañado por mi amigo uruguayo que conocía la ciudad, fui a gimnasio llamado “Rotela”, no era muy grande, pero era muy cálido. Y mucho más moderno que el último gimnasio al que había asistido unos 3 o 4 meses antes del viaje.
El gimnasio tiene dos puertas por cada una de las calles. Por la puerta principal, se entra por el sector destinado a las bicicletas y abdominales, la otra parte es netamente destinada a la musculación y consta de una puerta de salida. Como cualquier gimnasio está lleno de espejos, seguramente la parte de musculación tenga esos espejos que te hacen ver un poco más ancho, para motivar a los musculosos. Mientras que la zona de las bicicletas, probablemente tengan esos espejos que te hacen ver más delgado/a, para motivar a las chicas que vienen a bajar de peso. Nunca confíes en un espejo de gimnasio. Ni en los comentarios de tu vieja que te dice que estás en forma.
Arriba de esos espejos está lleno de letreros y carteles. Muchos son de recomendaciones y prohibiciones (de poner en lugar las mancuernas, asegurar las pesas, prohibido fumar, etc) y otros son posters con frases de autoayuda pedorras. Son todos parecidos. La foto de una chica super musculosa o un joven gigante y una frase del tipo "Hoy sufrimiento, mañana satisfacción", "Quienes te critican es porque no tienen la fuerza para hacer" y más pelotudeces. Sólo faltaba un póster de las Wachiturras entrenando y la frase "Envidia, envidia, me tienen envidia, me tienen envidia".
Generalmente el gimnasio se llenaba de chicas de origen brasilero, con unas piernas que parecen un injerto de caballo más que piernas humanas, lo cual me motivaba, pero a la vez me distraía bastante.
Tanto es así que un día, mirando a una brasilera haciendo sentadillas con unas calzas floreadas que jamás olvidaré… Justamente, me olvidé de asegurar las pesas… Imaginenme, haciendo pecho con todo el peso que podía para intentar llamar la atención de la brasilera de calzas floreadas, subiendo y bajando la barra con 20 Kg e intentando no poner cara de “me estoy muriendo” en el proceso. Eran demasiadas tareas múltiples para mi cerebro, que perdió el sentido del equilibrio, se balanceó demasiado hacia la derecha, con lo que dejó caer una pesa de 5Kg, acto seguido, intentó maniobrar hacia la izquierda, tiró 2 pesas de 5 Kg y justo antes de pegar un volantazo salvaje hacia la derecha, se vio frenado por el mismísimo dueño del gimnasio. Le decían el “Sensei”, era un veterano ajaponesado, como el de Karate Kid, pero con pelo. “Todo bien?” me dijo. Todo el mundo me estaba mirando. La brasilera de calzas floreadas y piernas de yegua también. Puse cara de "perdón" para el público ahí presente y dije que se me había corrido la camilla. Vino el profesor y me trajo los seguros para las pesas. Entendí el mensaje. Terminé el ejercicio y me fui para mi casa.
Pero es no es absolutamente nada, comparado a lo que me pasó al día siguiente.
Fui de mañana al gym con mi amigo, con la estrategia clara de cambiar de turno para que no me vieran las mismas caras que me habían visto pasar el papelón del día anterior.
Entramos por la puerta principal al gimnasio, habían unas 5 personas apenas, fui a las colchonetas de abdominales, puse mis piernas a 90° sobre un banquito y arranqué el calentamiento. 1…2…3… Cada tanto subía mi torso y le tiraba alguna mirada a las chicas que estaban haciendo bicicleta, para intentar levantar algo. Pero de repente subí mirando derecho y vi una protuberancia oscura en mi calzado. Bajé, subí. 22…23… Seguía. En cada bajada y subida me preguntaba que sería esa cosa tan extraña que sobresalía de manera tan notoria. Comencé a imaginar que probablemente la parte de goma de la suela se había roto y ahora estaba ahí, a un costado de la punta de mi champión, que también era de color oscuro. Subí, bajé. Miré bien...
MIERDA! Literalmente mierda! Había pisado un sorete de perro antes de entrar y no me había limpiado bien los pies en la entrada!
No de nuevo! Ayer había violado el cartel de "Sujete bien las pesas y las mancuernas", nunca presto atención al cartel que dice "Coloque las mancuernas y pesas en su lugar cuando termine los ejercicios" y ahora había dado por alto el cartel de "Limpie bien su calzado antes de entrar"! Me faltaba prenderme un pucho en el medio del gimnasio, abajo del cartel de “No fumar” y gritar BINGO!
Comencé a sudar, mucho. Nervios. Desesperación. Que hago? En estos casos extremos pienso para mi mismo "Focus, focus, focus" e intento concentrarme en una solución, así que mi voz interior se hizo escuchar y planifiqué una salida disimulada y bien actuada.
Apenas había hecho 30 abdominales, pensé que si me iba así sin más, sabrían quien había sido el culpable una vez que encontraran el cadáver en la escena del crimen.
Me levanté, fingí un dolor abdominal y me fui para el sector de las pesas. Seguía sudando mucho. En ese otro sector estaba solo mi amigo, las chicas estaban todos en la parte de las bicicletas y abdominales.
Fui acercándome a la puerta de salida. Tomé un poco de agua y salí, como quien sale a tomar un poco de aire... A 40 grados bajo el sol... Corrí hacia el primer pedazo de pasto que vi a 3 metros y refregué todo el pie derecho maldiciendo en voz baja.
Volví a entrar, fui derecho a contarle lo sucedido a mi amigo, cuando de repente mi mirada se chocó contra el piso... MIERDA! Había dejado pedazos de mierda por todo el gimnasio! No entendía como podía entrar tanto excremento en un pie talle 40!
Más desesperación, más sudor, casi me pongo a llorar, pero de repente toda la situación se tornó tan absurda, que llegué a las carcajadas al aparato de espalda donde mi amigo estaba ejercitando y le conté en voz baja y entre risas, lo que me había pasado. Los dos comenzamos a llorar de la risa. Yo transpiraba como nunca. Cada tanto, alguna mujer pasaba cerca de nosotros y teníamos que aguantar un poco la risa.
Así empezó mi misión imposible: Limpiar disimuladamente el piso. Fui caminando disimuladamente hacia el pedazo de caca más cercano y "whooo!" con una arrastrada mágica, como cuando Godín se tira a sacarle la pelota a un adversario, había conseguido pegar un trozo de mierda en mi zapato. Di la vuelta, con el pie izquierdo y mirando hacia arriba con cara de “acá no está pasando nada raro” hice el gesto de apagar un cigarro en el lugar donde quedaban aún algunos rastros y… “voilá!”, con la mierda pegada en la suela del champión, me fui caminando sobre los laterales del calzado, como un pingüino para afuera. Otra vez corriendo al pedacito de pasto a limpiarme la suela.
Volví al gym. Ya no era nada disimulado, entre las risas, el olor a mierda, las entradas y salidas y la forma amorfa que tenía al caminar, si no pensaron que estaba limpiando la caca que tenía en el calzado, habrán pensado que directamente me había cagado yo haciendo fuerza.
Fui al segundo sorete que vi, con la misma táctica, levanté la bosta, salí, fui al pasto y ahí lo vi: Era un perro salchicha negro, deforme, con su patita principal más larga y doblada que las otras tres. Parecía como si le hubiesen hecho un injerto de un brazo de bebé mono. Se movía rengueando y me miraba con cara de "Fui yo el de la bosta". O por lo menos así lo interpreté yo en ese momento. Nunca había tenido tantas ganas de pegarle a un perro en mi vida. "Focus, focus, focus, no asesines al pobre perro, vuelve al gimnasio, queda trabajo por hacer". Volví y en dos pasadas más había quedado todo limpio. Excepto por la zona donde estaba haciendo abdominales, donde todavía quedaban unas 4 mujeres ejercitando. Pero no iba a ir hacia esa zona, eso me hubiera dejado demasiado expuesto. Volvía a reírme un rato con mi amigo y me volví a mi casa sin hacer ni un puto ejercicio.
Había ido nada más que para hacer cagadas ese día y sin dudas, fue mi día de mierda más épico de mi vida.
El gimnasio tiene dos puertas por cada una de las calles. Por la puerta principal, se entra por el sector destinado a las bicicletas y abdominales, la otra parte es netamente destinada a la musculación y consta de una puerta de salida. Como cualquier gimnasio está lleno de espejos, seguramente la parte de musculación tenga esos espejos que te hacen ver un poco más ancho, para motivar a los musculosos. Mientras que la zona de las bicicletas, probablemente tengan esos espejos que te hacen ver más delgado/a, para motivar a las chicas que vienen a bajar de peso. Nunca confíes en un espejo de gimnasio. Ni en los comentarios de tu vieja que te dice que estás en forma.
Arriba de esos espejos está lleno de letreros y carteles. Muchos son de recomendaciones y prohibiciones (de poner en lugar las mancuernas, asegurar las pesas, prohibido fumar, etc) y otros son posters con frases de autoayuda pedorras. Son todos parecidos. La foto de una chica super musculosa o un joven gigante y una frase del tipo "Hoy sufrimiento, mañana satisfacción", "Quienes te critican es porque no tienen la fuerza para hacer" y más pelotudeces. Sólo faltaba un póster de las Wachiturras entrenando y la frase "Envidia, envidia, me tienen envidia, me tienen envidia".
Generalmente el gimnasio se llenaba de chicas de origen brasilero, con unas piernas que parecen un injerto de caballo más que piernas humanas, lo cual me motivaba, pero a la vez me distraía bastante.
Tanto es así que un día, mirando a una brasilera haciendo sentadillas con unas calzas floreadas que jamás olvidaré… Justamente, me olvidé de asegurar las pesas… Imaginenme, haciendo pecho con todo el peso que podía para intentar llamar la atención de la brasilera de calzas floreadas, subiendo y bajando la barra con 20 Kg e intentando no poner cara de “me estoy muriendo” en el proceso. Eran demasiadas tareas múltiples para mi cerebro, que perdió el sentido del equilibrio, se balanceó demasiado hacia la derecha, con lo que dejó caer una pesa de 5Kg, acto seguido, intentó maniobrar hacia la izquierda, tiró 2 pesas de 5 Kg y justo antes de pegar un volantazo salvaje hacia la derecha, se vio frenado por el mismísimo dueño del gimnasio. Le decían el “Sensei”, era un veterano ajaponesado, como el de Karate Kid, pero con pelo. “Todo bien?” me dijo. Todo el mundo me estaba mirando. La brasilera de calzas floreadas y piernas de yegua también. Puse cara de "perdón" para el público ahí presente y dije que se me había corrido la camilla. Vino el profesor y me trajo los seguros para las pesas. Entendí el mensaje. Terminé el ejercicio y me fui para mi casa.
Pero es no es absolutamente nada, comparado a lo que me pasó al día siguiente.
Fui de mañana al gym con mi amigo, con la estrategia clara de cambiar de turno para que no me vieran las mismas caras que me habían visto pasar el papelón del día anterior.
Entramos por la puerta principal al gimnasio, habían unas 5 personas apenas, fui a las colchonetas de abdominales, puse mis piernas a 90° sobre un banquito y arranqué el calentamiento. 1…2…3… Cada tanto subía mi torso y le tiraba alguna mirada a las chicas que estaban haciendo bicicleta, para intentar levantar algo. Pero de repente subí mirando derecho y vi una protuberancia oscura en mi calzado. Bajé, subí. 22…23… Seguía. En cada bajada y subida me preguntaba que sería esa cosa tan extraña que sobresalía de manera tan notoria. Comencé a imaginar que probablemente la parte de goma de la suela se había roto y ahora estaba ahí, a un costado de la punta de mi champión, que también era de color oscuro. Subí, bajé. Miré bien...
MIERDA! Literalmente mierda! Había pisado un sorete de perro antes de entrar y no me había limpiado bien los pies en la entrada!
No de nuevo! Ayer había violado el cartel de "Sujete bien las pesas y las mancuernas", nunca presto atención al cartel que dice "Coloque las mancuernas y pesas en su lugar cuando termine los ejercicios" y ahora había dado por alto el cartel de "Limpie bien su calzado antes de entrar"! Me faltaba prenderme un pucho en el medio del gimnasio, abajo del cartel de “No fumar” y gritar BINGO!
Comencé a sudar, mucho. Nervios. Desesperación. Que hago? En estos casos extremos pienso para mi mismo "Focus, focus, focus" e intento concentrarme en una solución, así que mi voz interior se hizo escuchar y planifiqué una salida disimulada y bien actuada.
Apenas había hecho 30 abdominales, pensé que si me iba así sin más, sabrían quien había sido el culpable una vez que encontraran el cadáver en la escena del crimen.
Me levanté, fingí un dolor abdominal y me fui para el sector de las pesas. Seguía sudando mucho. En ese otro sector estaba solo mi amigo, las chicas estaban todos en la parte de las bicicletas y abdominales.
Fui acercándome a la puerta de salida. Tomé un poco de agua y salí, como quien sale a tomar un poco de aire... A 40 grados bajo el sol... Corrí hacia el primer pedazo de pasto que vi a 3 metros y refregué todo el pie derecho maldiciendo en voz baja.
Volví a entrar, fui derecho a contarle lo sucedido a mi amigo, cuando de repente mi mirada se chocó contra el piso... MIERDA! Había dejado pedazos de mierda por todo el gimnasio! No entendía como podía entrar tanto excremento en un pie talle 40!
Más desesperación, más sudor, casi me pongo a llorar, pero de repente toda la situación se tornó tan absurda, que llegué a las carcajadas al aparato de espalda donde mi amigo estaba ejercitando y le conté en voz baja y entre risas, lo que me había pasado. Los dos comenzamos a llorar de la risa. Yo transpiraba como nunca. Cada tanto, alguna mujer pasaba cerca de nosotros y teníamos que aguantar un poco la risa.
Así empezó mi misión imposible: Limpiar disimuladamente el piso. Fui caminando disimuladamente hacia el pedazo de caca más cercano y "whooo!" con una arrastrada mágica, como cuando Godín se tira a sacarle la pelota a un adversario, había conseguido pegar un trozo de mierda en mi zapato. Di la vuelta, con el pie izquierdo y mirando hacia arriba con cara de “acá no está pasando nada raro” hice el gesto de apagar un cigarro en el lugar donde quedaban aún algunos rastros y… “voilá!”, con la mierda pegada en la suela del champión, me fui caminando sobre los laterales del calzado, como un pingüino para afuera. Otra vez corriendo al pedacito de pasto a limpiarme la suela.
Volví al gym. Ya no era nada disimulado, entre las risas, el olor a mierda, las entradas y salidas y la forma amorfa que tenía al caminar, si no pensaron que estaba limpiando la caca que tenía en el calzado, habrán pensado que directamente me había cagado yo haciendo fuerza.
Fui al segundo sorete que vi, con la misma táctica, levanté la bosta, salí, fui al pasto y ahí lo vi: Era un perro salchicha negro, deforme, con su patita principal más larga y doblada que las otras tres. Parecía como si le hubiesen hecho un injerto de un brazo de bebé mono. Se movía rengueando y me miraba con cara de "Fui yo el de la bosta". O por lo menos así lo interpreté yo en ese momento. Nunca había tenido tantas ganas de pegarle a un perro en mi vida. "Focus, focus, focus, no asesines al pobre perro, vuelve al gimnasio, queda trabajo por hacer". Volví y en dos pasadas más había quedado todo limpio. Excepto por la zona donde estaba haciendo abdominales, donde todavía quedaban unas 4 mujeres ejercitando. Pero no iba a ir hacia esa zona, eso me hubiera dejado demasiado expuesto. Volvía a reírme un rato con mi amigo y me volví a mi casa sin hacer ni un puto ejercicio.
Había ido nada más que para hacer cagadas ese día y sin dudas, fue mi día de mierda más épico de mi vida.