Eso es lo peor que tiene ser desmemoriado: que uno nunca se acuerda de los errores que cometió y vuelve a meter la pata. Desde volver con una novia que te mete los cuernos, porque se te olvidó que te guampeó; a mirar una película de terror, porque te olvidás que después no te podés dormir; o prestarle plata a un conocido por enésima vez, porque te olvidaste de las 15 veces anteriores que le prestaste guita y no te la devolvió.
Y bueno, entre las cosas que uno no debe hacer, pero se le olvida y vuelve a darse la cabeza contra la pared, yo creo que la peor es afeitarse las piernas.
Y eso fue justamente lo que me olvidé hoy.
Porque bueno, debo confesar que soy uno de esos pitos-cortos que buscó trucos y consejos en Internet para aparentar aparentar unos centimetros más de chorizo, y por esa razón se afeita periódicamente los pelos púbicos. Hasta ahí algo bastante normal; en pleno 2017 nadie me puede juzgar por afeitarme la chota.
El problema fue que, medio aburrido en la ducha, empecé a mandarle Gilette a los costados y de repente se me ocurrió lo que parecía ser una excelente idea "Y si me afeito un poquito estos pelos de acá, ya que es verano y la calor está zarpada?"; lamentablemente cuando me pregunto cosas a mi mismo nunca me sale un angelito y un diablito argumentando a favor y en contra, como para poder tomar una decisión razonable; a mi siempre me aparece un chimpancé interior asintiendo con la cabeza.
Así fue como comencé a rasurarme las piernas y, estando en la mitad de la afeitada de la pierna derecha me vino un deja-vú. Esto ya lo había vivido. Y no, no fue en otra vida, fue 7 años. En una milésima de segundo recuperé la memoria y me trasladé a aquel fatídico momento.
Corría el año 2010, El Loco Abreu tenía el penal decisivo en su poder, Uruguay podía llegar a estar entre los 4 mejores del mundo; los nervios me ganaron y, del susto que tenía, le hice una promesa desesperada a Dios : Si El Loco la metía, me afeitaba el ojete. Me la jugué por el país, El Loco la picó, todos salimos a festejar y al otro día me encontraba en la ducha con una Gilette nueva en la mano derecha y la espuma de afeitar en la mano izquierda, mirando hacia el cielo (techo en realidad porque gracias a Dios tengo techo en el baño) con cara de tristeza, preguntándome porque no se me había ocurrido una promesa un poco más digna. O más fácil por lo menos, porque otra de las cosas que me juega en contra en la cuestión es que todo el pelo que me falta en la cabeza, me crece en las piernas. Tengo mucho pelo en las piernas y poco pelo en la cabeza... Dios le da pelo a la parte del cuerpo que no necesita... Me mirás las piernas y parezco un hombre lobo. No pasa lo mismo cuando te ponés a examinarme los pelos de la cabeza, donde la alopecia hizo lo suyo y me faltan tantas chapas, como caramelos en el tarro.
Una vez que comencé a afeitar mis sexys glúteos, me di cuenta de repente que ya estaba por la mitad del cuadriceps (o abductor; no sé, soy una chota en lo que respecta a Anatomía). Porque ese es el gran problema, que no existe un límite claro donde parar. Y una vez que estaba con toda la parte superior de la pierna afeitada, quedaban 3/4 más de piernas peludas por desmalezar. Ya no había vuelta atrás. Había emprendido un viaje sin retorno.
Y sí, eso me volvió a pasar hoy. Afeitándome un cacho de pelos de la pelvis, terminé con uno de mis jamones totalmente afeitado, y ahí comenzó de nuevo la desesperación.
El pensar que me iba a desangrar de tantos cortes en las piernas (si ya de por sí soy una verga afeitándome la cara y me encajo dos o tres cortadas por afeitada, imaginense en una superficie de piel 54 veces mayor la cantidad de sangre que me chorreaba de las piernas; parecía un hombre menstruando por primera vez).
El pensar "Y que va a pensar mi novia de esto?" porque claro, uno es libre de hacer lo que quiera con su cuerpo, pero hasta ahí nomás. Si ella el día de mañana me cae con las piernas peludas de la nada y sin consultarmelo, definitivamente vamos a tener que conversarlo seriamente y/o dejarnos. Y con esto que estaba haciendo, le daba vía libre para que ella ejerciera la misma libertad sobre su cuerpo. Ya no tenía autoridad moral para prohibirle dejarse crecer los canutos de las piernas. Había creado un monstruo.
El pensar que ya no podría ir a la playa a no ser que fuera de pantalón, para evitar el que dirán de la gente que discrimina a los hombres de piernas afeitadas mucho más que a los hombres que bajan a la playa con 40 grados de calor con pantalón y medias.
El pensar "La puta madre como me pica todo, porque mierda estoy haciendo esto?"
El pensar que iba a volver a mi etapa de autosexualismo y a excitarme acariciándo mis propias piernas sexys y afeitadas, tan suaves y firmes que le podrían hacer la competencia a la mismisima Floppy Tesouro.
El pensar que no iba a terminar nunca con esa tarea descomunal que ya me había consumido hacía varias decenas de minutos el agua caliente del calefón.
Y el pensar "A la mierda todo, más o menos ahí quedó, esos cachos de pelos que me quedan esparcidos esporádicamente por las piernas ni se van a notar, no cierto?", auto pregunta que generó el retorno de mi chimpancé interior, pero esta vez sin una clara respuesta. Simplemente me miró, me señaló y comenzó a cagarse de la risa.
Moraleja : Niños, afeitarse las piernas es de perdedores. Winners don't afeiteishon legs. Recuerden que afeitarse las piernas es un viaje de ida. Y te sale más caro que pagar un boleto de omnibus en efectivo.
Y bueno, entre las cosas que uno no debe hacer, pero se le olvida y vuelve a darse la cabeza contra la pared, yo creo que la peor es afeitarse las piernas.
Y eso fue justamente lo que me olvidé hoy.
Porque bueno, debo confesar que soy uno de esos pitos-cortos que buscó trucos y consejos en Internet para aparentar aparentar unos centimetros más de chorizo, y por esa razón se afeita periódicamente los pelos púbicos. Hasta ahí algo bastante normal; en pleno 2017 nadie me puede juzgar por afeitarme la chota.
El problema fue que, medio aburrido en la ducha, empecé a mandarle Gilette a los costados y de repente se me ocurrió lo que parecía ser una excelente idea "Y si me afeito un poquito estos pelos de acá, ya que es verano y la calor está zarpada?"; lamentablemente cuando me pregunto cosas a mi mismo nunca me sale un angelito y un diablito argumentando a favor y en contra, como para poder tomar una decisión razonable; a mi siempre me aparece un chimpancé interior asintiendo con la cabeza.
Así fue como comencé a rasurarme las piernas y, estando en la mitad de la afeitada de la pierna derecha me vino un deja-vú. Esto ya lo había vivido. Y no, no fue en otra vida, fue 7 años. En una milésima de segundo recuperé la memoria y me trasladé a aquel fatídico momento.
Corría el año 2010, El Loco Abreu tenía el penal decisivo en su poder, Uruguay podía llegar a estar entre los 4 mejores del mundo; los nervios me ganaron y, del susto que tenía, le hice una promesa desesperada a Dios : Si El Loco la metía, me afeitaba el ojete. Me la jugué por el país, El Loco la picó, todos salimos a festejar y al otro día me encontraba en la ducha con una Gilette nueva en la mano derecha y la espuma de afeitar en la mano izquierda, mirando hacia el cielo (techo en realidad porque gracias a Dios tengo techo en el baño) con cara de tristeza, preguntándome porque no se me había ocurrido una promesa un poco más digna. O más fácil por lo menos, porque otra de las cosas que me juega en contra en la cuestión es que todo el pelo que me falta en la cabeza, me crece en las piernas. Tengo mucho pelo en las piernas y poco pelo en la cabeza... Dios le da pelo a la parte del cuerpo que no necesita... Me mirás las piernas y parezco un hombre lobo. No pasa lo mismo cuando te ponés a examinarme los pelos de la cabeza, donde la alopecia hizo lo suyo y me faltan tantas chapas, como caramelos en el tarro.
Una vez que comencé a afeitar mis sexys glúteos, me di cuenta de repente que ya estaba por la mitad del cuadriceps (o abductor; no sé, soy una chota en lo que respecta a Anatomía). Porque ese es el gran problema, que no existe un límite claro donde parar. Y una vez que estaba con toda la parte superior de la pierna afeitada, quedaban 3/4 más de piernas peludas por desmalezar. Ya no había vuelta atrás. Había emprendido un viaje sin retorno.
Y sí, eso me volvió a pasar hoy. Afeitándome un cacho de pelos de la pelvis, terminé con uno de mis jamones totalmente afeitado, y ahí comenzó de nuevo la desesperación.
El pensar que me iba a desangrar de tantos cortes en las piernas (si ya de por sí soy una verga afeitándome la cara y me encajo dos o tres cortadas por afeitada, imaginense en una superficie de piel 54 veces mayor la cantidad de sangre que me chorreaba de las piernas; parecía un hombre menstruando por primera vez).
El pensar "Y que va a pensar mi novia de esto?" porque claro, uno es libre de hacer lo que quiera con su cuerpo, pero hasta ahí nomás. Si ella el día de mañana me cae con las piernas peludas de la nada y sin consultarmelo, definitivamente vamos a tener que conversarlo seriamente y/o dejarnos. Y con esto que estaba haciendo, le daba vía libre para que ella ejerciera la misma libertad sobre su cuerpo. Ya no tenía autoridad moral para prohibirle dejarse crecer los canutos de las piernas. Había creado un monstruo.
El pensar que ya no podría ir a la playa a no ser que fuera de pantalón, para evitar el que dirán de la gente que discrimina a los hombres de piernas afeitadas mucho más que a los hombres que bajan a la playa con 40 grados de calor con pantalón y medias.
El pensar "La puta madre como me pica todo, porque mierda estoy haciendo esto?"
El pensar que iba a volver a mi etapa de autosexualismo y a excitarme acariciándo mis propias piernas sexys y afeitadas, tan suaves y firmes que le podrían hacer la competencia a la mismisima Floppy Tesouro.
El pensar que no iba a terminar nunca con esa tarea descomunal que ya me había consumido hacía varias decenas de minutos el agua caliente del calefón.
Y el pensar "A la mierda todo, más o menos ahí quedó, esos cachos de pelos que me quedan esparcidos esporádicamente por las piernas ni se van a notar, no cierto?", auto pregunta que generó el retorno de mi chimpancé interior, pero esta vez sin una clara respuesta. Simplemente me miró, me señaló y comenzó a cagarse de la risa.
Moraleja : Niños, afeitarse las piernas es de perdedores. Winners don't afeiteishon legs. Recuerden que afeitarse las piernas es un viaje de ida. Y te sale más caro que pagar un boleto de omnibus en efectivo.